No se puede perder el tiempo
haciendo fintas y esquivando eternamente.
Decida su objetivo ¡y vaya por él!
Es posible que nos separemos dentro de poco,
que no volvamos a vernos en mucho tiempo.
Pero si un día volvemos a reunimos,
y recordamos esta noche y las horas que hemos
pasado juntos, no habremos perdido
"aquello" que nos ha unido.
Estaremos más maduros frente a la vida,
y podremos volver a unir los hilos que se han roto.
Otto Skorzeny
NUNCA ES LA VERDADERA HISTORIA
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Cuatro oficiales, generales de los ejércitos aliados occidentales, han examinado la acción del coronel Otto Skorzeny y de sus unidades de «destinos especiales» durante la Segunda Guerra Mundial.
El primero ha sido el general Robert E. Laycock (C.B.,
D.S.O.), Jefe de las Operaciones combinadas británicas desde 1943 a 1947, quien
en el prefacio del libro de Charles Foley, «Comando Extraordinario», compara a
Skorzeny con David Stirling, el coronel que mandaba el «Servicio Especial
Aéreo» (S.A.S.), el cual se mencionará en este libro.
«Por su manera de concebir las operaciones – escribe Laycock
– Stirling y Skorzeny hacen pensar en esos jugadores de ajedrez que, burlándose
de las defensas del adversario, se apoderan de su reina en dos jugadas tan
rápidas como inesperadas. Estos dos hombres tuvieron que luchar contra la
desconfianza que despertaron sus ideas.»
Es verdad, si bien fue precisamente Hitler quien escogió a
Otto Skorzeny para encargarle grandes operaciones que él mismo había imaginado.
Pero, en el seno de los Estados mayores, Stirling y Skorzeny chocaron con la
misma incomprensión por no decir con la misma hostilidad.
En el prefacio de la edición americana del libro de Foley
fue el general americano Telford Taylor, quien escribió:
«El nombre del coronel Otto Skorzeny está asociado sobre
todo a empresas donde los factores psicológicos han sido la clave del éxito...
Ha vuelto a poner de relieve métodos que generalmente habían caído en desuso,
ha demostrado la unidad esencial de los objetivos políticos y militares y ha
obtenido — con audacia imaginación y una gran economía de medios — resultados
verdaderamente sensacionales. Teniendo en cuenta la época y las circunstancias,
es equitativo decir que son únicos. Aquí está la razón por la cual su fama
sobrepasa en brillo y duración a la de otros «grandes aventureros» de la
Segunda Guerra mundial.»
En 1972 apareció en los Estados Unidos el libro de Charles Whiting,
«Otto Skorzeny», con una introducción del general Peter Young (D.S.O., M.A.)
ex-jefe de la 1ª Brigada de comandos británicos y profesor de historia militar
en la Academia real de Sandhurst.
El general Young pone en paralelo la acción del jefe de las
Unidades Especiales de Friedenthal y la del legendario coronel T.E. Lawrence,
el autor de los «Siete Pilares de la sabiduría», quien durante la Primera
Guerra mundial mandó en el Oriente Medio las fuerzas de guerrilla árabes contra
los Turcos, desde 1916 a 1919.
«Otto Skorzeny” – escribe Peter Young – “fue un
jefe enérgico, inteligente e imaginativo. Si
le sonrió la suerte fue porque era un verdadero líder, con el magnetismo, la
originalidad, el dinamismo y el golpe de vista necesarios a un gran jefe de las
fuerzas especiales...»
Sin embargo, hace notar el general, Skorzeny demostró en el
transcurso de la última batalla que libró, la de la cabeza de puente de Schwedt-zur
Oder, «que es la menos ·conocida», que también era un jefe de guerra
convencional de primer orden.
«Primero, a la cabeza de un millar de hombres – escribe
el coronel – Skorzeny pudo reunir en unos días 15.000 combatientes para
formar su División Schwedt. Resistió con éxito durante un mes a fuerzas
infinitamente superiores.»
El general Young concluye: «Sería equívoco pensar que
aquello fue únicamente el feliz resultado de una improvisación. Yo creo, sin
embargo, que aquí tenemos la prueba de que Skorzeny no estaba dotado solamente
para el golpe brillante y sensacional, sino que era un jefe tenaz, astuto,
obstinado, que merecía ampliamente ese grado de oficial general que se le
rehusó de manera tan mezquina.»
Uno de los mejores oficiales de Estado Mayor del general
Douglas MacArthur fue el mayor-general Charles A. Willoughby. Antiguo profesor
de historia comparada en la Escuela de Guerra de U.S.A.., Willoughby se
interesó particularmente, después de la guerra, en los hechos de guerra de
Skorzeny y justamente porque habían tenido lugar en escenarios de operaciones
que él no había podido conocer.
«Lo que caracteriza a las grandes operaciones del coronel
Skorzeny – me dijo – es primeramente que pudo verificar él mismo y sobre
el lugar la veracidad de las informaciones que le eran comunicadas. Mejor aún,
esos informes los reunió él gracias a un equipo que dirigía en persona. Esto es
lo ideal. En lo concerniente a la batalla del Pacífico, no nos era posible
verificar las informaciones que nos llegaban de un frente de batalla que
distaba cinco mil kilómetros.»
«Las hazañas más conocidas de Otto Skorzeny corresponden
a un gran estratega. Sacar al Dulce de Melbourne, de Singapur, de las
Filipinas, de New York o de Tokyo, tendría igual resonancia. Me he preguntado a
menudo si alguna vez Eisenhower y
Bradley se tomaron la molestia de estudiar seriamente la ofensiva
alemana de mayo de 1940, de la cual la ofensiva de las Ardenas de diciembre de
1944 era, en cierta forma, una repetición. Los resultados tácticos de la
operación «Grifo» fueron felizmente mediocres, porque la brigada blindada que
tuvo que improvisar Skorzeny no pasó el Mosa y tuvo que jugar un papel
puramente convencional. Pero los resultados obtenidos por sus pequeños comandos
son únicos en lo que se puede denominar la historia de «la Guerra de Imaginación.»
Estos juicios son compartidos por oficiales, generales,
especialistas, en las operaciones de comandos. Charles Willoughby explicó que
él mismo tuvo que organizar operaciones similares en el Pacífico. «Hazañas de
capa y espada», decía él.
En operaciones de esta naturaleza es esencial «conseguir el
objetivo». Pero está la manera de hacerlo. Veremos que los servicios especiales
británicos «raptaron» realmente a Rudolf Hess en mayo de 1941. Sin embargo, los
procedimientos que fueron utilizados para este fin son muy diferentes a los que
permitieron sacar al Duce o conseguir la captura del “Burgberg” en Budapest.
Otto Skorzeny supo actuar con brío y esto es lo que
impresionó en el campo contrario a los jefes de comandos, como el coronel David
Stirling y el comodoro de la RAF Forrest Yeo Thomas, que estimaban y admiraban
a Skorzeny. El mismo les tenía en muy alta estima. Si estos hombres fueron
adversarios puede decirse que no se consideraban como enemigos. Hay entre ellos
una evidente solidaridad y Yeo Thomas en Dachau testimonió a favor de Otto
Skorzeny de un modo que le hizo honor.
Los rusos, siempre realistas, mostraron también que hacían
un gran caso al valor de un oficial como Otto Skorzeny cuando después de la
guerra trataron de tenerlo a su servicio. Los americanos hicieron lo mismo sin
mayor éxito.
Es muy natural que el «Generaloberst» Paul "Papá" Hausser, fundador de las Waffen SS, escribiese:
«Otto Skorzeny no ha sido nunca un combatiente
convencional... Su camarada y antiguo jefe de división es feliz de poder
manifestarle toda su estima. No sólo ha llevado a cabo acciones con audacia e
inteligencia, sino que ha sabido encontrar soluciones en situaciones que
parecían verdaderamente desesperadas.»
En el Capítulo 2 de la tercera parte encontramos la hermosa
dedicatoria del mariscal Albert Kesselring al libertador del Duce.
Skorzeny es uno de los soldados alemanes que durante la
última guerra obtuvo las distinciones más altas. Titular de la Cruz de
caballero con hojas de roble, cruces de hierro de primera y segunda clase, cruz
alemana en oro. Fue, igualmente, citado en la Orden del Día del Ejército en
diciembre de 1944 por su participación en la batalla de las Ardenas. Es además
Comendador de la Orden de la Corona de Hungría – con atribución de un título
nobiliario y de una tierra – y Mussolini lo condecoro con la Orden de los Cien
Mosqueteros. El Duce y el Archiduque José de Habsburgo, quien ofreció a
Skorzeny en Budapest un soberbio caballo blanco, le distinguieron así como una
especie de D'Artagnan vienés. El archiduque se vistió simbólicamente para dicha
circunstancia con el uniforme de mariscal de campo de la armada imperial y
real.
De naturaleza muy diferente es el largo comentario que sir
Basil Liddell Hart consagra a la operación Grifo en su «Historia de la
Segunda Guerra Mundial». Habla a este respecto de un éxito «fantástico».
Que este episodio haya encontrado lugar en la obra a la vez
tan vasta y tan condensada de uno de los mejores historiadores militares
contemporáneos, prueba que sir Basil ha sabido ver la importancia histórica del
papel de la imaginación en los modernos conflictos armados.·
La mayoría de los generales más célebres de la Segunda
Guerra mundial se han limitado en sus memorias a explicar su acción pasada. Muy
raros son los que, dotados de una visión sintética de la guerra, han
considerado primero las verdaderas causas del acontecimiento.
Esta visión sintética y esta concepción original que tenía
Skorzeny de la acción guerrera son utilizadas aquí con un fin histórico que
interesa también al porvenir.
En su célebre obra «De la Guerra» Karl von Clausewitz
hace notar: «La búsqueda de las “causas” de los fenómenos y el examen de los
«medios apropiados para los fines que ellos sirven deben ir a la par en el
estudio crítico de una acción.»
Cuando el coronel Skorzeny cuenta sus operaciones abarca un
campo mucho más vasto que el de la estrategia y el de la táctica. Su “visión de
acontecimiento” nos revela una nueva perspectiva de la guerra en lo que
respecta tanto a la política, la economía y la psicología, como a la logística
y a la información.
El general Young ignoraba ciertamente que Skorzeny leyese
precisamente «Los Siete Pilares de la Sabiduría» en el momento en que su
unidad se preparaba para el ataque contra la URSS. Hoy sabemos que las promesas
hechas a T. E. Lawrence no fueron mantenidas. Pero al menos, en enero de 1919,
en el Quai d'Orsay, el coronel Lawrence, como consejero del emir Faisal,
participó en las discusiones preliminares concernientes al Tratado de Paz.
Ciertamente era un «aventurero», pero un aventurero victorioso. Veremos que
después de la Segunda Guerra Mundial, el coronel Skorzeny tuvo un destino
distinto.
Encontraremos en las conversaciones, las reflexiones, los
documentos que nos confió y que hemos recogido de la manera más escrupulosa,
numerosos temas de meditación. Es verdaderamente un nuevo aspecto de la Segunda
Guerra mundial lo que nos da mientras que él mismo ilustra con su acción, este
pensamiento de Napoleón:
«En la guerra no son los hombres los que cuentan; es EL
hombre.»
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