sábado, 4 de febrero de 2023

Samuel, Maurice VOSOTROS Y NOSOTROS

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El libro

Samuel_Maurice_Vosotros_y_Nosotros.jpg Dentro del amplio tema de la larga y compleja relación entre judíos y gentiles, el libro de Maurice Samuel ocupa un lugar muy especial. A diferencia de otros textos en los que algún gentil trata de explicar el antijudaísmo – mal llamado "antisemitismo" –, este libro trata el problema a la inversa: un autor judío trata de explicarnos como es que ellos ven el problema desde su punto de vista.
En otras palabras: el libro no trata de cómo "nosotros" los vemos a "ellos", sino de cómo "ellos" nos ven a "nosotros". Samuel no intenta explicarnos por qué los gentiles rechazan a los judíos sino, completamente a la inversa: por qué los judíos rechazan a los gentiles. La cuestión, según Samuel, no reside en por qué nosotros los segregamos a ellos sino en por qué ellos consideran que su asimilación a nuestra cultura es imposible.

El autor

Nacido en Măcin, condado de Tulcea, Rumania, como hijo de Isaac Samuel y Fanny Acker, Samuel se mudó a París con su familia a la edad de cinco años y aproximadamente un año después a Inglaterra, donde estudió en la Universidad Victoria. Sus padres hablaban yiddish en casa y desarrolló fuertes lazos con el pueblo judío y el idioma yiddish a una edad temprana. Esto más tarde se convirtió en la motivación de muchos de los libros que escribió de adulto. Finalmente, Samuel dejó Inglaterra y emigró a los Estados Unidos, instalándose en el Lower East Side de la ciudad de Nueva York. 

Samuel, como intelectual y escritor judío, es conocido principalmente por el libro "Ustedes, gentiles" [1] publicado en 1924 y que aquí ofrecemos traducido al español con el título de "Vosotros y Nosotros"  que, creemos, refleja mejor su contenido.  La mayor parte de las obras de Samuel trata sobre el judaísmo, el papel del judío en la historia, y sobre la incidencia del sionismo del cual fue partidario junto con Chaim Weitzman – el primer presidente de Israel – de quién fue un estrecho amigo. Su trabajo recibió elogios dentro de la comunidad judía y obtuvo varios premios. Murió en la ciudad de Nueva York en 1972 a la edad de 77 años.

En las primeras páginas del libro el lector hallará una biografía más extensa y detallada de Maurice Samuel.

Algunas cuestiones de interés

Va de suyo que al autor la empresa se le hace bastante difícil en varias cuestiones. Tanto es así que a veces tiene que recurrir a sofismas y a triquiñuelas históricas o lógicas. Es importante tener esto presente porque de otra manera el lector desprevenido o escasamente informado en la materia puede fácilmente perderse por los vericuetos por los que – a veces en forma sutil y otras veces obviamente deliberada – quiere llevarlo Samuel.

Por ejemplo, uno de los temas en que se mete en camisa de once varas es el de la concepción de la cultura de Occidente.

En la visión de Samuel parecería ser que toda la cultura occidental es una creación de anglosajones y germanos. Es a ellos a los que se refiere para sentar su curiosa tesis en cuanto a que la esencia de la cultura occidental sería algo así como un espíritu deportivo; como un juego competitivo en todos los ordenes. De los aportes de otras etnoculturas no encuentra nada que valga la pena destacar. No hay, por ejemplo, ninguna mención al arte italiano o a la mística española. Más todavía: en todo el libro no hay ni una sola mención al Imperio Español ni a la conquista española de América; y ni hablemos del aporte de los pueblos de Europa oriental que brillan por su ausencia. Apenas si podemos encontrar en el libro algunas referencias tangenciales a los franceses y ése es todo lo que tiene el autor para decir de la etnocultura de los pueblos de habla latina, La cultura de Occidente es más, muchísimo más, de lo que Samuel destaca en ella y no solo es más sino que, en infinidad de aspectos, es radicalmente distinta de como él la ve – o se empecina en querer verla.

Uno de esos aspectos es el de la religión. Según Samuel: 

"Vosotros, los gentiles, sois esencialmente politeístas y, hasta cierto punto, idólatras. Los judíos somos esencialmente monoteístas. Lo afirmaría aunque no se supiera que hemos sido señalados durante siglos por nuestro obstinado monoteísmo. Lo afirmaría sobre la base de mis observaciones de los mundos que he conocido....

Los judíos somos incapaces de politeísmo. Vosotros los gentiles sois incapaces de monoteísmo." [2]

El problema con estas afirmaciones es que simplemente no son ciertas. Por de pronto, los judíos, originalmente, nunca fueron realmente monoteístas. Los orígenes de la religión judía son claramente henoteístas, que es la creencia religiosa según la cual se reconoce la existencia de varios dioses, pero solo uno de ellos es adorado por los fieles de una comunidad. A diferencia de un auténtico monoteísmo se trata solamente de una monolatría: se adora a un solo dios pero entre una multiplicidad de otros dioses igualmente existentes. Yahvé, tal como se lo concibió en el antiguo Israel y en Judá durante los siglos VIII y VII a. C. es un dios tribal, con el que los judíos firmaron un pacto de Alianza, pero a quien los judíos de ningún modo reconocían como el único Dios del Universo. El Antiguo Testamento está repleto de referencias a los "otros dioses" que se consideraban tan existentes como el propio Yahvé y cuya adoración quedaba expresamente prohibida. [3] Consecuentemente para Maurice Samuel, el Dios de la Biblia – vale decir, el del Antiguo Testamento – es el Dios de ellos por lo que no puede (no debe) ser el Dios de los cristianos.

Lo curioso es que en esto hasta puede resultar que tenga algo de razón. De hecho, cualquiera con una versión católica digital del Nuevo Testamento puede verificar fácilmente una cosa que parece no haber llamado la atención de muchos cristianos: EN TODO EL NUEVO TESTAMENTO NO FIGURA NI UNA SOLA VEZ LA PALABRA "YAHVÉ", ni ningún otro término aproximadamente equivalente al dios de los judíos (Yavé, Jehová, etc.). Cristo jamás utilizó ese término para referirse a Dios. Constantemente se refirió a su Padre, al Dios-Padre de quien era Hijo. La antigua deidad tribal judía no aparece en ninguna parte de su mensaje ni en el de sus apóstoles. Algunos cristianos deberían ser un poco más cuidadosos y no exagerar tanto con esa teoría de los "hermanos mayores". El Dios de los cristianos católicos no tiene nada que ver con el Yahvé de los hebreos. Pero, querer hacer descender – como pretende Samuel en el Cap.4 de su libro – al Dios cristiano de "La República" de Platón es, sencillamente, un colosal disparate. El Dios cristiano es el Padre de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Y en Él creyeron y siguen creyendo los auténticos monoteístas del Occidente cristiano, más allá y a pesar de todas las demás herejías, religiones, sectas, credos, denominaciones o filosofías que fueron apareciendo a lo largo de 2000 años.

Otro asunto al que hay que prestarle un poco de atención es el de las minorías. Siendo el autor miembro de una minoría y siendo sus semejantes siempre una minoría entre los pueblos que los hospedan, es lógico que se convierta en defensor de las minorías. Hay varios problemas con esto. 

Por de pronto no es lo mismo una minoría que no se asimila a la cultura mayoritaria porque deliberadamente se resiste a hacerlo y otra cosa completamente diferente es una minoría que se halla en un proceso de lenta asimilación o, por lo menos, de lenta conciliación, respeto y agradecimiento por la sociedad que le brindó su hospitalidad. Además, tampoco una minoría que hace su vida de la mejor manera que puede, sin pretender imponerse a la mayoría, es comparable a otra minoría que, aun a pesar de ser minoría, aspira a ejercer el poder político de manera hegemónica dado que tiene esa posibilidad puesto que el poder político siempre lo termina ejerciendo, de hecho, una minoría gobernante incluso cuando el origen legal de ese poder sea el voto democrático mayoritario. Y por último una minoría que se decide convertirse en portavoz y defensora de las demás minorías muy fácilmente se convierte en promotora de minorías perjudiciales a la comunidad promoviendo así el caos y la decadencia del cuerpo social. Con lo de la defensa de las minorías a ultranza habría que tener un poco de cuidado. Al fin y al cabo los delincuentes, los psicópatas, y los patológicamente disfóricos también son siempre minorías.

Finalmente, pero no en último término, es notable como Maurice Samuel admite frontalmente la enemistad que, según él, existe y existirá necesariamente entre judíos y gentiles. Una enemistad claramente política en el estricto sentido que le diera Carl Schmitt [4] en su obra más conocida, pero con armas desparejas, porque mientras nos acusa (¡ya en 1924!) de quererlos exterminar, él nos promete la destrucción moral como respuesta. En forma textual: "Digo, por lo tanto, que en el conflicto que hay entre nosotros nos habéis combatido físicamente, mientras que nuestro ataque a vuestro mundo ha sido en el campo espiritual. " (Cap.7) Y también: "A los judíos se nos acusa de ser destructores: todo lo que ponéis, lo derribamos. [.....]Tratamos de adaptar vuestras instituciones a nuestras necesidades, porque mientras vivimos debemos tener expresión; pero al tratar de reconstruirlas para nuestras necesidades, las deconstruimos para las vuestras. " (Cap. 9) Y finalmente: "En todo somos destructores, incluso en los instrumentos de destrucción a los que recurrimos en busca de alivio. El mismo socialismo y el internacionalismo a través del cual nuestro espíritu ahogado busca expresarse, y que parecen amenazar vuestra forma de vida, son ajenos a las demandas y necesidades de nuestro espíritu." (Cap.9 que no por casualidad se titula: "Nosotros, los Destructores").

Según Maurice Samuel, pues, el planteo queda meridianamente claro: la enemistad política entre judíos y gentiles es irresoluble. En consecuencia  – por la regla elemental de Ciencia Política que establece que el "quantum" de poder en un sistema político es fijo y estable en términos de perspectivas históricas mentalmente abarcables – mientras más poder acumule una parte, menos poder quedará a disposición de la otra. Así, una pequeña minoría enérgicamente operante, procediendo con habilidad, astucia y perseverancia, puede llegar a adquirir un poder muy por encima del que le correspondería por su proporcionalidad demográfica respecto del resto de la población.

Lo notable es que esto no se desprende del discurso de un fanático antisemita conspiranoico. Es la conclusión inevitable después de haber comprendido el texto escrito por una persona como Maurice Samuel quien, decididamente, es alguien ubicado en la vereda opuesta. 



NOTAS
[1]- En realidad, el título original en inglés es "You goyim" en donde "goyim" (o "goim") es el plural de "goy" (o "goi"). En teoría el término hebreo "goyim" significa "las naciones", entendiendo por ello todas las naciones distintas de la judía. En la práctica, la palabra goy se usa para designar a cualquier no-judío y goyim como plural de los no-judíos. Ambos términos conllevan una fuerte carga negativa cuando se usan como eufemismos por no decir: "no es/son de los nuestros".
[2] - Samuel, Maurice op.cit. Cap. 3 
[3] - En Éxodo 20:2-3 el primer mandamiento del Decálogo ya expresa: "Yo soy. Yahvé, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre. No tendrás otros dioses delante de Mí."  Mandamiento que se repite, literalmente, en Deuteronomio 5:6 
Referencias a "otro dios" u "otros dioses" pueden encontrarse, por ejemplo, también en Éxodo 34:14, Salmos 96:4, Salmos 97:9; y otros sitios del AT.  
[4] Cf. Carl Schmitt, "El Concepto de lo Político", La Nueva Editorial Virtual.