¿Quién dijo en una
audiencia en Berlín, en marzo de 1912, que “cada país puede digerir
solamente un número limitado de judíos, si no quiere desórdenes en su estómago.
Alemania tiene ahora demasiados judíos”?
No, no fue Adolfo
Hitler, sino Chaim Weizmann, luego presidente de la Organización Sionista
Mundial y más tarde primer presidente del estado de Israel.
¿Y dónde puede
usted encontrar la siguiente afirmación, acuñada originalmente en 1917 pero
republicada en 1936: “El judío es una caricatura de un ser humano normal,
natural, tanto física como espiritualmente. Como individuo en sociedad se rebela
y se sacude todos los arneses de la obligación social, no conoce orden ni
disciplina”?
No se publicó en Der Stürmer sino en el órgano de la
organización juvenil sionista, Hashomer
Hatzair.
Como revelan las
citas anteriores, el propio sionismo alentó y explotó el odio en la diáspora.
Partía de la base de que el antisemitismo era inevitable e incluso, de alguna
manera, justificado en tanto los judíos estuvieran fuera de la tierra de
Israel.
Es cierto que sólo
un sector extremadamente lunático del sionismo fue tan lejos como para ofrecer
unirse a la guerra junto a Alemania en 1941, en la esperanza de establecer “el
estado judío histórico sobre una base nacional y totalitaria, y ligado por un
tratado con el Reich alemán”.
Este hecho da un
grado mayor de atracción a lo que en cualquier caso sería un estudio altamente
controversial de la historia del sionismo en la época del fascismo europeo por
parte de Lenni Brenner, un escritor judío y trotskista norteamericano. Es relativamente
corto (250 páginas), duro y cuidadosamente documentado. El señor Brenner es
capaz de citar numerosos casos en los que los sionistas colaboraron con
regímenes antisemitas, incluyendo el de Hitler. Es cuidadoso también en
registrar la oposición a tales políticas dentro del movimiento sionista.
En retrospectiva,
estas actividades han sido defendidas como un expediente desagradable pero
necesario para salvar vidas judías. Pero Brenner muestra que la mayor parte del
tiempo esta intención era secundaria. Los lideres sionistas querían que judíos
jóvenes, capacitados y bien formados emigraran a Palestina. Nunca estuvieron en
el frente de la lucha contra el fascismo en Europa.
Esto de ninguna
manera absuelve a los Aliados de la época de guerra de su constante negativa a
hacer algún esfuerzo serio para aliviar el destino de los judíos europeos.
Como dice Brenner,
“Gran Bretaña debe ser condenada por abandonar a los judíos de Europa”;
pero, “no son los sionistas los autorizados a hacerlo”.
Edward Mortimer:
(The Times (Londres),
Febrero 11 de 1984:
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